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Después del partido...

Después de ver Ilusión Nacional, puedo asegurar que el documental no hizo más que refrendar mi gusto por el futbol. Aunque, siendo sincero, la palabra gusto se queda corta. La película termina de buena forma, con una narración de Eduardo Galeano, escritor uruguayo que es capaz de expresar con una elocuencia maestra lo que es el futbol, para mí, para todos; Son precisamente estos últimos 5 minutos de la película los que me orillan a escribir esto; Como un aliciente para no olvidar lo que el futbol vale, lo que genera en uno, lo que nos hace vivir.
Recuerdo aún, de forma extremadamente vívida, el primer dolor que me causó la redonda; Ver al equipo al que por influencia familiar decidí entregarle mis ilusiones, caer en una final, sin importar lo que hicieran, ni siquiera el gol que logró anotar el máximo ídolo. No. Nada importó, ellos perdieron y yo perdí con ellos. No dinero, ni comida, ni siquiera perdí el sueño por la derrota, pero sentí como moría dentro de mí esa esperanza. Recuerdo haber llorado, las primeras lágrimas que el balón me hacía brotar y no me avergüenza para nada admitirlas. Los hombres también lloran, sobre todo cuando hay futbol involucrado.
Y así siguió la vida, con sufrimientos igual de banales; por amores, por dolores, por familia, por rencores, pero ninguno se compara a aquel primer dolor. El que te genera un gol que nunca llega, una derrota que no se puede evitar.
Ahí radica la belleza de este deporte. Un deporte incomprendido por muchos, pero amado por la mayoría. Capaz de sacar lo peor de nosotros…y lo mejor. Deporte que tiene la facilidad de hacer llorar a un hombre o gritar a una mujer, de hacer que dos hermanos se reencuentren o que, al menos por dos horas, se odien a muerte. Pero es que así es el balón. Una esfera que condensa los sueños de gloria de una persona, una región y hasta de un país. Un sueño rodante que viaja a través de praderas delimitadas con cal, una ilusión de 90 minutos que encuentra descanso en el interior de una portería, en el suave beso de las redes. Un sueño que reposa sobre los guantes de un arquero o cobra vida en los tachones de un delantero.
Por más que haya gente que se esfuerce por mancharlo con la corrupción y las tranzas cuyos tentáculos alcanzan lo más bello de este mundo, el futbol se ase a su esencia y aunque quizás, a los niveles profesionales esté más manchado que las manos de un trabajador de Pemex, en las calles, en los llanos, en las escuelas, en la reta, seguirá siendo el  receptáculo y origen de júbilo, de alegría y de esperanza.

Sí, yo soy de los que nunca dejarán de considerar al futbol como el deporte más bonito del mundo. Porque he sentido ambos lados del triunfo en la distancia. Tanto la derrota, como la victoria y ambas se sienten. Se sienten en los huesos y no es algo baladí. Es algo que se queda contigo, que llevas contigo y con lo que vivirás siempre. Soy de los que sienten lo mismo, como diría Eduardo Galeano, al final del amor, después del partido.

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