Muchas dudas. Es lo único que me
queda en mi cabeza después de darle uno de los tantos "últimos besos” Cómo
me gustaría besarla de nuevo, sin tenernos que esconder. Besarla a plena luz
del día, sin temores, sin miedo. Con todo el cariño que a escondidas le regalo.
Pero no puedo. Me debo conformar con tenerla aquí a mi lado durante cinco
minutos más. La miro a los ojos antes de que se vaya una vez más, a sus brazos.
Mientras yo me quedo con el espacio de su cuerpo entre mis brazos. Y el vació
en mi cuerpo permanece, al igual que su ausencia en mi cama. Y ese espacio
sobre mi colchón me recuerda a todo lo que fue durante una noche, pero durante
los días ya no podrá ser. O quizás sí, no lo sé. Porque después de esta noche
mágica y maravillosa, ¿qué me queda? Nada, solo el vacio de mi propia mente,
atormentándome por lo que pudiera ser, por lo que pudiera tener y que yo sé que
es casi imposible que llegara a ser.
¿Por qué tiene que ser así? ¿Por
qué tengo que mirar su sonrisa cada mañana y no poderle decir lo mucho que
disfruto su compañía? ¿Por qué tengo que fingir de día que somos solo amigos
cuando de noche ella se vuelve mi amante, mi compañera, mi confidente? Qué
difícil es. Mas es aún más difícil verla a los ojos, esos ojos que brillan de
ilusión al verme, así como los míos resplandecen ante la imagen de su figura.
Es difícil aceptar el hecho de que en sus ojos puedo ver el mismo dolor que me
aqueja y no nos lo podemos decir.
Sus ojos
me gritan lo que mi corazón quiere escuchar. Me gritan que me ama y que no lo
puede aceptar. Que los brazos en los que se encuentra cautiva no le permiten
salir para llegar a mí. Qué dolor me causa verla sufrir de esa manera, de la
misma manera que sufro yo al verla partir de mi lado. No sé qué hacer, no sé siquiera qué sentir.
Mi corazón ha estado equivocado tantas veces ya y no me quiero volver a
equivocar. No quiero que ambos caigamos en un juego de pasión desmedida en el
que nuestros sentimientos salgan lacerados por el cariño que se tienen nuestros
cuerpos. No lo sé. Quizás estoy delirando y ella no piensa tanto en mí. Quizás
el brillo en sus ojos lo produce mi deseo por sus labios, quizás los gritos de
sus ojos no son más que mis frenéticos latidos. Quizás todo esto no es más que
mi imaginación.
Pero, qué
difícil es. Qué raro es este sentimiento que embarga todo mi ser, es algo que
jamás había sentido antes, es como si me arrebataran un pedazo de mi ser, de mi
alma, estar tan cerca de ella pero a la vez tan lejos, ¿es que acaso no hay
nada que pueda curar mi mal? ¿Acaso no hay otra salida más que olvidarla? No lo
sé, son preguntas sin respuesta que se quedan en mi mente. Tal vez porque yo
así lo quiero, porque en realidad conozco las respuestas pero me da miedo
afrontarlas, quisiera que esto se termine y poder vivir mi vida sin
preocupación alguna, pero nunca lejos de ella.
¿Por qué
la vida es así? Tan injusta que cuando encuentras lo que al fin te hace feliz,
lo que te hace sentir pleno, solo te da pequeñas migajas de eso y no te permite
disfrutarlo por completo. ¿Por qué? Son cosas que nosotros, meros seres
terrenales no podemos comprender, ¿que acaso la felicidad es inalcanzable? ¿O
es que yo no la merezco? No lo sé pero estoy cansado de vivir así, agobiado por
lo que pasará mañana, cansado de buscar y no encontrar, de dar y no recibir
nada a cambio, ¿será que algún día esto cambiará? Y si no, ¿qué me espera? es
algo que tendré que averiguar esperando que ese algo me lleve a la felicidad.
Una
felicidad que parezco alcanzar estando a su lado, pero no dura más que un
instante. Un segundo que se traduce en un beso, una mirada y un atisbo de lo
que pienso que es amor. Podré no ser el dueño de sus días, pero este tiempo he
sido el gobernante de sus noches, el que la ama cuando los ojos ajenos no la
miran y cuando ella puede ser ella misma. La amo. Creo que la amo. Y ser su
todo durante la noche es lo único que tengo, así como ella tiene un espacio en
mi cama y en lo más profundo de mi corazón.
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