Todos tenemos altas
expectativas de las cosas y nunca he sabido el porqué. Siempre esperamos
que las cosas salgan justo de la manera en que lo hemos planeado, y
nunca ocurre así. Cada vez que planeamos algo esperamos que todo salga
bien, que las cosas salgan de la mejor manera, y nunca ocurre así. Y por
más que el pasado nos recuerde que las cosas no siempre (casi nunca)
saldrán justo de la manera esperada nos empeñamos en seguir creyendo.
Solo creyendo.
No digo que sea algo malo, no puedes hacer las cosas estando convencido de que saldrán mal; Sin embargo hay que tener sensatez y admitir que quizás, algo pueda salirse de nuestras manos y echar al traste todo nuestro cuidadoso plan.
Al esperar mucho de algo, o de alguien, elevamos nuestras expectativas a niveles muy altos, para que, cuando ese algo, o alguien, nos falle, la decepción sea así de grande.
Esto pasa mucho con las relaciones interpersonales, al iniciar una relación de manera “normal” todo empieza muy bien. No hay discusiones, no hay enojos, no hay peleas, no hay absolutamente nada negativo; No obstante, una vez el tiempo ha avanzado comienzan a emerger ciertas diferencias entre una persona y otra y la discordia hace estragos en la relación.
Todo empieza estar plagado de desencuentros entre uno y otro, y, aunque haya una reconciliación, siempre habrá una nueva pelea esperando a la vuelta de la esquina.
Tantos dimes y diretes llevan a una persona a darse cuenta de la realidad, llevándolo a un sincero desencanto, en el cual se da cuenta de la verdad, de que no todo es como pensaba que sería, ni será como quiere que sea. Y aquí comienzan las dudas, las decepciones, los momentos en los que uno ya no sabe si lo que está haciendo está bien o está mal. Las decepciones que son provocadas por uno mismo o por la otra persona, por ciertas situaciones, por ciertas circunstancias que hacen a uno dudar. Y es aquí donde el camino diverge, donde tus opciones yacen ante ti, esperando que tomes una.
O das todo por acabado y empiezas algo nuevo, o decides seguir. Seguir pensando en los pros y los contras. Pero la decisión que tomes, debe ser tomada con seguridad pensando en no cometer los mismos errores que antes habías cometido.
Y, pase lo que pase, todo volverá a empezar. Sueno bastante fatalista, pero todo es un ciclo y se repetirá. La cuestión es ¿qué tan dispuestos estamos de soportar la realidad? ¿De soportar los desencantos y las decepciones y vivir con ellas?
Es una pregunta difícil, más difícil aún es la respuesta, pero nunca ha sido fácil vivir, en este mundo tan lleno de desencuentros, de desencantos, de decepciones.
No digo que sea algo malo, no puedes hacer las cosas estando convencido de que saldrán mal; Sin embargo hay que tener sensatez y admitir que quizás, algo pueda salirse de nuestras manos y echar al traste todo nuestro cuidadoso plan.
Al esperar mucho de algo, o de alguien, elevamos nuestras expectativas a niveles muy altos, para que, cuando ese algo, o alguien, nos falle, la decepción sea así de grande.
Esto pasa mucho con las relaciones interpersonales, al iniciar una relación de manera “normal” todo empieza muy bien. No hay discusiones, no hay enojos, no hay peleas, no hay absolutamente nada negativo; No obstante, una vez el tiempo ha avanzado comienzan a emerger ciertas diferencias entre una persona y otra y la discordia hace estragos en la relación.
Todo empieza estar plagado de desencuentros entre uno y otro, y, aunque haya una reconciliación, siempre habrá una nueva pelea esperando a la vuelta de la esquina.
Tantos dimes y diretes llevan a una persona a darse cuenta de la realidad, llevándolo a un sincero desencanto, en el cual se da cuenta de la verdad, de que no todo es como pensaba que sería, ni será como quiere que sea. Y aquí comienzan las dudas, las decepciones, los momentos en los que uno ya no sabe si lo que está haciendo está bien o está mal. Las decepciones que son provocadas por uno mismo o por la otra persona, por ciertas situaciones, por ciertas circunstancias que hacen a uno dudar. Y es aquí donde el camino diverge, donde tus opciones yacen ante ti, esperando que tomes una.
O das todo por acabado y empiezas algo nuevo, o decides seguir. Seguir pensando en los pros y los contras. Pero la decisión que tomes, debe ser tomada con seguridad pensando en no cometer los mismos errores que antes habías cometido.
Y, pase lo que pase, todo volverá a empezar. Sueno bastante fatalista, pero todo es un ciclo y se repetirá. La cuestión es ¿qué tan dispuestos estamos de soportar la realidad? ¿De soportar los desencantos y las decepciones y vivir con ellas?
Es una pregunta difícil, más difícil aún es la respuesta, pero nunca ha sido fácil vivir, en este mundo tan lleno de desencuentros, de desencantos, de decepciones.
Comentarios
Publicar un comentario